A modo de introducción

Este blog está creado como proyecto de la asignatura “animación a la lectura”. Es un trabajo de la facultad de educación de Málaga.

17 de noviembre de 2010

Derribando muros


En el momento en que nacemos, no sólo lo hacemos en este mundo. Y, aunque no nos demos cuenta, también controlamos nuestro “otro yo”. Poco se puede contar de modo objetivo de este mundo que ya conocemos, en cambio, del mundo paralelo, hay un sinfín de secretos por descifrar.

El comienzo de nuestra vida en este otro lugar, que podríamos llamar “El Laberinto” se desarrolla en una plaza muy bien decorada con plantas y estructuras antiguas. Aquí, a diferencia de dónde tenemos conciencia de existir, tenemos total libertad de movimiento desde un principio. No somos bebés que requieren de un cuidado y enseñanza hasta que aprenden a desenvolverse por ellos mismos.
Volviendo a la plaza, nos encontramos rodeados por muros. Se puede ver el cielo claro y soleado ahí arriba, pero no está entre nuestras metas, sólo podemos caminar hacia delante.
Si pudiéramos ver dónde nos encontramos desde las nubes, podríamos contemplar que nos encontramos en el centro de un laberinto, justamente el centro. A las afueras del mismo, hay un campo, casi idílico, parecido al mismísimo paraíso relatado en algunas novelas. El laberinto no es muy grande, pero parece casi imposible salir de él, un complicado y enredado sistema de caminos hace que, ni desde donde lo estamos viendo, se encuentre una salida. Incluso ni un modo para moverse dentro de él.

Estamos en un recinto al aire libre de estructura redonda y con unos muros muy altos. Hay un notable número de caminos a tomar, pero, si os cuento un secreto, ese número cambia según la persona. Uno mismo no puede elegir su punto de partida, viene dado por otro tipo de fuerzas que no están a nuestro alcance.

Empieza nuestra aventura por el laberinto, Los muros son altos, pero no lo suficiente para impedir que entre la luz. Es un lugar bonito, apacible, aún por el hecho de no encontrar el camino adecuado. Aún así, en el punto en el que estamos, esa situación no nos causa agobio.
Lamentablemente, sólo es el comienzo. Llega un punto de este recorrido, muy pasados los años, en que cada dirección que tomamos nos recuerda a una ya tomada, cada calle sin salida que vemos nos parece igual que la anterior. Hay partes, incluso, que, inexplicablemente, no llega la luz y el amurallado pinta más tenebroso que de costumbre.

Si volviéramos a la vista de águila del principio y observáramos con detenimiento la estructura en la que nos encontramos, nos sorprendería el hecho de que el laberinto no tiene salida. El muro es totalmente liso en toda su circunferencia. Pero eso no debe asustarnos.
Cada calle sin salida, cada momento en que el laberinto se pinte más oscuro, cada pasillo que nos parezca igual que el anterior, serán los momentos de nuestras vidas que se presenten difíciles. Serán duras decisiones, gente apreciada que se va, amores que se gastan, decepciones en la vida…

Hay dos maneras de afrontar esas situaciones, una es buscar otra salida y, la adecuada es hacerle frente a esa barrera. Nuestra mente en este mundo tiene todo su potencial, pero nadie nos lo dirá nunca, es, solamente un trabajo propio el descubrirlo. Aquí, podemos romper esos muros que a simple vista no podríamos ni desgastar tras vidas enteras lanzándoles piedras.
Ésa es la única manera de salir de este laberinto. Haciéndole frente a esas barreras, derribando muros uno tras otro hasta salir de ese caminar infinito.

Desgraciadamente, la gran mayoría de las personas muere sin salir del laberinto. No todos están capacitados para ver la verdadera libertad exterior.

“Una de esas salidas es la lectura. Si consigue romperse ese muro de miedo o aversión a leer, se abre camino directamente al exterior. No es la salida definitiva y no es bueno aislarse en ese paraje que simula la libertad. Pero es un muro roto que da al campo abierto. En momentos de angustia, tristeza o soledad se puede recurrir a ese trozo de mural roto y asomarse a respirar aire fresco. Da fuerzas para seguir buscando la verdadera puerta a la paz mental.”

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